Por Diosmel Rodríguez y Jadir Hernández *
MIAMI - 28 mayo - La renuncia de Freddy Padilla de León, el general con más soles en Colombia es un mal síntoma. Aunque usualmente la cúpula militar renuncia cuando hay un cambio de gobierno, en una democracia consolidada, eso no debería ser un problema. No obstante, frente a la corriente ideológica de Antanas Mockus es sumamente peligroso que las instituciones, fundamentalmente las militares, comiencen a flaquear.
Los militares de alto rango son los encargados de mantener el rol constitucional del ejército, pero muchas veces caen en el error de renunciar, consecuencias que pagan después, como le sucedió a Huber Matos en Cuba y a Raúl Isaías Baduel en Venezuela. Ejemplo de una posición correcta y honorable fue la de los militares hondureños, ante el intento de golpe constitucional de Manuel Zelaya.
Los últimos atentados en Colombia demuestran que no se puede menospreciar la política de la Seguridad Democrática. En los inicios de la campaña electoral, Juan Manuel Santos no ha mostrado suficiente dureza política ante los hechos, pero ha ido progresando en defender su propuesta de una Colombia más segura pero también más próspera. El país no puede darse el lujo planteado por Mockus de filosofar para que sus conciudadanos se conviertan en personas esmeradamente educadas y pacifistas recalcitrantes, con especial atención al medio ambiente. La cultura es indispensable para que una nación progrese, pero cuando tenemos una nación enfrentando por más de medio siglo a narco guerrillas terroristas, y a punto de destruirlas, la prioridad tiene que ser elegir a un presidente fuerte, experto en la lucha contra el terror y capaz de hacer alianzas con las demás fuerzas políticas, como planteo el candidato Santos en el debate televisado este jueves por el canal RCN.
Santos tiene y debe demostrar abiertamente una posición más enérgica, como el llamado discurso incendiario, que aunque muchos lo cuestionen, es un mecanismo probado de motivación y compulsión social. Durante la campaña hubiese sido provechoso que el gobierno desatara otra gran ofensiva contra las FARC. Incluso, en estos momentos, atacando sería la mejor manera de defenderse, elevando la moral de las Fuerzas Armadas y de la fórmula uribista.
Este domingo 30 de mayo, Juan Manuel Santos puede recibir un resultado adverso en sus aspiraciones de ser presidente de Colombia, debido a que su campana electoral pudiera calificarse de pésima por no mostrar el programa fresco, novedoso y agresivo que se esperaba del coordinador principal de “La operación Jaque”.
Confiemos que unos reñidos resultados frente a Mockus, le muestren a Santos que debe ser el mismo, sin concesiones ni aspiraciones de contentar a quienes nunca le apoyarían. La segunda vuelta debe revelar a un candidato uribista capaz de concretar fuertes alianzas políticas, demostrando la garra de un presidente fuerte. Su campaña tiene que basarse en: “Salvemos a Colombia” y que la gente lo interiorice así. No se explica, como sus asesores todavía no logran encarrilar a Santos en una campaña estratégicamente acorde a los intereses de la población votante actual.
La diversidad de regiones de Colombia coloca a los votantes en diferentes perfiles de prioridad. Esos intereses localizados deben formar parte del programa de gobierno de Juan Manuel Santos. Una propuesta de nuevos destinos a los mercados fronterizos como política de Estado y un enfrentamiento a la corrupción, en todos los estratos de la sociedad, incluyendo a las organizaciones no gubernamentales, pudieran darle un mayor impulso a su campaña.
Ya se produjo una alerta sobre la inseguridad de Álvaro Uribe en un posible gobierno con Mockus de presidente. Aunque Mockus ha declarado que Uribe no tiene responsabilidad jurídica en el caso de los falsos positivos, sí tiene responsabilidad moral. De acuerdo a la ya conocida fórmula matemática de Mockus, eso por si sólo es para tener en cuenta. No sólo Uribe, sino el propio Santos y varios militares más estarían bajo la lupa. Sería muy útil para los integrantes del eje del mal defenestrar la cúpula militar colombiana, para recomponer una fuerza armada más comprometida con la línea ideológica del mockismo, y desde allí, encarrilar al país no precisamente hacia la paz y la prosperidad, que muchos ansiamos para Colombia.
*Diosmel Rodríguez, economista; y Jadir Hernandez, abogado, son ambos analistas políticos que integran la junta de directores del Centro Global para la Democracia Proactiva. Residen en los Estados Unidos y trabajan con frecuencia en Latinoamérica como parte de iniciativas del CGDP, Abogados sin Fronteras y El Proyecto Internacional de Desarrollo Cívico Rural.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario