Por Diosmel Rodríguez
rdiosmel@gmail.com
Miami, 16 de mayo 2010
.................. Linconl en la conclusión del acto
.......Adolfo Rivero Caro, Lincoln Díaz-Balart y Diosmel Rodríguez
Este 15 de mayo pudo haber sido un sábado más, acumulando tiempo en mi vida. Tenía una invitación para asistir a un acto de recordación de Rafael Díaz-Balar en la Facultad de Leyes de la Universidad Internacional de la Florida, esa cita hizo un día diferente en mi vida, estaba conociendo a un héroe de la Patria.
Aunque Adolfo Rivero Caro y yo habíamos convenido asistir, por esa obstinada obsesión de buscar en cada foro, alimento para nuestra ansiada libertad, no teníamos plena conciencia de una triste realidad: no conocíamos en toda su dimensión a un verdadero héroe de la Patria. De esos héroes, que más que héroes, han sido mártires vivientes.
Rafael Díaz-Balart era de esos hombres, como bien definiera Rivero Caro, con un pensamiento profético. Yo diría más, con un pensamiento fecundo. Su libro Cuba: Intrahistoria. Una lucha sin tregua tiene que integrase al pensamiento político, económico y social de la República, si en verdad aspiramos a ser libres.
Su visión de organizar la lucha, de institucionalizar nuestra causa, hoy en día sigue reclamando su visionario legado. La Rosa Blanca, como una fuerza política rectora de las energías y estrategias necesarias para una lucha a largo plazo y sin tregua, no fue por gusto la primera organización del exilio, para lograr el sagrado propósito de la libertad.
La inercia de la vida y del exilio a veces no nos permite reconocer a los verdaderos héroes. La historia muchas veces lo premia a destiempo y tal vez eso es lo que los hace verdaderos héroes. Muchas veces el sacrificio del martirologio los acompaña en un cómplice anonimato, que la solidaridad humana o la unidad de lucha hubiera evitado, pero tal vez hubiesen empequeñecido esa voluntad y espíritu de gigante, que algunos hombres llevan por dentro.
Rafael Díaz-Balart, como buen jardinero comprendía, que su devoción por la rosa blanca, no era razón para que no proliferaran las demás flores, y hasta un lugar le dejó a la yerba mala. Esa virtud, que es la virtud de los grandes, es la que hace patria.
Cuando perdido ando, en busca del camino de la Patria, que no sé si lo encontraré, las huellas de Rafael Diaz-Balart, me hacen por coincidencia histórica, encontrarme en el mismo lugar: con la rosa blanca en las manos, pero evitando las espinas, propias y ajenas. Ojalá por él, por mí y por Cuba, pueda depositarle en libertad al Apóstol, su ramo y una bandera. Si es que alguien me ayuda a llegar.
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1 comentario:
Asimismo es, no piense que está solo. La búsqueda de la seña que indique que la libertad de la patria está cercana nos crea una ansiedad extraña. Siento que se me escapan los días y las fuerzas para trabajar en la reconstrucción. Sería tan bueno ahora!
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