Diosmel Rodríguez, Miami, 24-25 de febrero 2010
rdiosmel@gmail.com
Yo si te comprendo, Orlando Zapata Tamayo. Sé que eres de esos hombres con espíritu rebelde, que prefieren separar su cuerpo de su alma, con tal de verla marchar libre. Yo también, en varias ocasiones lo intenté y sufrí la incomprensión de los hombres con espíritu de rebaño. Unos por complicidad con los opresores y otros por falta de valor para asumir el riesgo, que tú corriste. Solo los que tienen voluntad de mártir pueden aspirar a la gloria de los héroes. Y tú, alcanzaste esos dos máximos estadios de la especie humana.
Muchos pueden sensibilizarse con los sufrimientos que pasaste, durante ese calvario, que es una huelga de hambre. Solo los que vivimos momentos iguales, podemos tener plena conciencia de lo que realmente se siente día a día durante ese tortuoso proceso. De cómo se quebranta, con el sacrificio en nombre de la Patria, la aparente paz familiar, pero ahí comienza el deber de un hombre honrado.
Un día, al concluir una tediosa huelga de hambre, en las celdas tapiadas del Centro de Operaciones de la Seguridad del Estado, en Santiago de Cuba, mis compañeros me manifestaron su preocupación, por mis condiciones físicas, a lo que respondí: “De mi aparente debilidad saco fuerzas, me refugio en ella para protegerme y desde abajo, golpear arriba, donde más duele, en la conciencia”. Hoy Zapata, no te faltaron las fuerzas. Hoy y por siempre estarás allí, golpeando en la conciencia de los que trataron de robarte la libertad. Hoy ya eres un hombre libre, aunque tuviste que separar tu cuerpo de tu alma, para que se pudiera marchar libre.
Una muestra de la grandeza que has alcanzado con tu muerte, es la debilidad que se refleja en tus adversarios, los enemigos de la libertad. Tu cadáver le ha infligido tanto miedo, que han movilizado todo un ejército para impedir el tributo que tú mereces. Sin embargo, ya hoy eres un hombre libre, que puedes estar presente en cada uno de tus seguidores, que aunque en silencio, son todo un pueblo.
Se que te marchas con una sonrisa en tus labios, como muestra de tu triunfo y que no te llevas el odio, que tus verdugos hubiesen querido. Con la muerte vence el último dolor de la vida y te liberas del encierro al que estabas sometido. Hoy puedes entrar en la vida y obra de cada cubano, sin tener que pedirle permiso a nadie.
Muchos piensan que es un esfuerzo inútil el que realizaste, pero me reconfortan tus palabras cuando dices: “Morir por la democracia y la libertad es vivir por ellas”. La Patria a veces necesita como abono, la sangre de algunos sus mejores hijos, para que los otros crezcan en libertad y se fertilice la libertad misma de la Patria.
Orlando, donde quiera que estés, puedes sentirte privilegiado y orgulloso de tu abnegada madre, Reina Luisa Tamayo Danger. Esa nueva Mariana Grajales que ha tomado tu bandera y ha pedido a todos tus hermanos de sangre y de lucha, que se “empinen” porque la lucha continúa.
La lucha por nuestra libertad en esta etapa ha tenido muchos momentos cruciales, pero puedes estar seguro, que con tu muerte nace una nueva luz de esperanza. La historia de nuestra Patria tendrá un antes y un después de tu muerte, Orlando Zapata Tamayo. A partir de tu ejemplo de valentía y entrega, se crea un precedente para nuestra actual generación de luchadores políticos.
Hoy tú empiezas a formar parte de esa mística nacional que es el 24 de febrero, con el Grito de Baire, el derribo de las avionetas de “Hermanos al recate” y hoy, lo que bien pudiéramos llamar: “El Grito de Zapata”. En mi caso, se suma la liberación física de la cárcel, en 1996 y luego, en 1997 fui nuevamente liberado de una detención prolongada en las mazmorras de la Seguridad del Estado.
Ningún esfuerzo o sacrificio es suficiente por la libertad, mientras no se consiga la libertad verdadera, la que lleva implícita la libertad de la Patria. Unos como tú, que dieron todo lo que tenían y más la vida misma, establecen un hito de compromiso para los que estamos obligados a seguir tu ejemplo, si realmente queremos ser hombres libres.
Tu madre ha hecho un llamado, que debe ser una clarinada, un acicate para que todos redoblemos nuestros esfuerzos en ara de la libertad que la Patria necesita. Tu muerte no será en vano, si los que te seguimos, no dejamos escapar nuestras vidas inútilmente, en circunstancias banales. Eso puede suceder, pero no podremos aspirar a ser como tú, un hijo ejemplar de la Patria. Ya tú estás en el lugar de todos los grandes de nuestra historia Patria.
Termino este artículo con lágrimas en los ojos, quebrada la garganta y el corazón comprimido, escuchando las palabras Ana Belkis Ferrer García y de tu madre Reina Luisa Tamayo Danger, desde allí desde tu última morada, el cementerio de Banes, en esa indómita región oriental, tierra de Titanes como tú, Orlando Zapato Tamayo.
rdiosmel@gmail.com
Yo si te comprendo, Orlando Zapata Tamayo. Sé que eres de esos hombres con espíritu rebelde, que prefieren separar su cuerpo de su alma, con tal de verla marchar libre. Yo también, en varias ocasiones lo intenté y sufrí la incomprensión de los hombres con espíritu de rebaño. Unos por complicidad con los opresores y otros por falta de valor para asumir el riesgo, que tú corriste. Solo los que tienen voluntad de mártir pueden aspirar a la gloria de los héroes. Y tú, alcanzaste esos dos máximos estadios de la especie humana.
Muchos pueden sensibilizarse con los sufrimientos que pasaste, durante ese calvario, que es una huelga de hambre. Solo los que vivimos momentos iguales, podemos tener plena conciencia de lo que realmente se siente día a día durante ese tortuoso proceso. De cómo se quebranta, con el sacrificio en nombre de la Patria, la aparente paz familiar, pero ahí comienza el deber de un hombre honrado.
Un día, al concluir una tediosa huelga de hambre, en las celdas tapiadas del Centro de Operaciones de la Seguridad del Estado, en Santiago de Cuba, mis compañeros me manifestaron su preocupación, por mis condiciones físicas, a lo que respondí: “De mi aparente debilidad saco fuerzas, me refugio en ella para protegerme y desde abajo, golpear arriba, donde más duele, en la conciencia”. Hoy Zapata, no te faltaron las fuerzas. Hoy y por siempre estarás allí, golpeando en la conciencia de los que trataron de robarte la libertad. Hoy ya eres un hombre libre, aunque tuviste que separar tu cuerpo de tu alma, para que se pudiera marchar libre.
Una muestra de la grandeza que has alcanzado con tu muerte, es la debilidad que se refleja en tus adversarios, los enemigos de la libertad. Tu cadáver le ha infligido tanto miedo, que han movilizado todo un ejército para impedir el tributo que tú mereces. Sin embargo, ya hoy eres un hombre libre, que puedes estar presente en cada uno de tus seguidores, que aunque en silencio, son todo un pueblo.
Se que te marchas con una sonrisa en tus labios, como muestra de tu triunfo y que no te llevas el odio, que tus verdugos hubiesen querido. Con la muerte vence el último dolor de la vida y te liberas del encierro al que estabas sometido. Hoy puedes entrar en la vida y obra de cada cubano, sin tener que pedirle permiso a nadie.
Muchos piensan que es un esfuerzo inútil el que realizaste, pero me reconfortan tus palabras cuando dices: “Morir por la democracia y la libertad es vivir por ellas”. La Patria a veces necesita como abono, la sangre de algunos sus mejores hijos, para que los otros crezcan en libertad y se fertilice la libertad misma de la Patria.
Orlando, donde quiera que estés, puedes sentirte privilegiado y orgulloso de tu abnegada madre, Reina Luisa Tamayo Danger. Esa nueva Mariana Grajales que ha tomado tu bandera y ha pedido a todos tus hermanos de sangre y de lucha, que se “empinen” porque la lucha continúa.
La lucha por nuestra libertad en esta etapa ha tenido muchos momentos cruciales, pero puedes estar seguro, que con tu muerte nace una nueva luz de esperanza. La historia de nuestra Patria tendrá un antes y un después de tu muerte, Orlando Zapata Tamayo. A partir de tu ejemplo de valentía y entrega, se crea un precedente para nuestra actual generación de luchadores políticos.
Hoy tú empiezas a formar parte de esa mística nacional que es el 24 de febrero, con el Grito de Baire, el derribo de las avionetas de “Hermanos al recate” y hoy, lo que bien pudiéramos llamar: “El Grito de Zapata”. En mi caso, se suma la liberación física de la cárcel, en 1996 y luego, en 1997 fui nuevamente liberado de una detención prolongada en las mazmorras de la Seguridad del Estado.
Ningún esfuerzo o sacrificio es suficiente por la libertad, mientras no se consiga la libertad verdadera, la que lleva implícita la libertad de la Patria. Unos como tú, que dieron todo lo que tenían y más la vida misma, establecen un hito de compromiso para los que estamos obligados a seguir tu ejemplo, si realmente queremos ser hombres libres.
Tu madre ha hecho un llamado, que debe ser una clarinada, un acicate para que todos redoblemos nuestros esfuerzos en ara de la libertad que la Patria necesita. Tu muerte no será en vano, si los que te seguimos, no dejamos escapar nuestras vidas inútilmente, en circunstancias banales. Eso puede suceder, pero no podremos aspirar a ser como tú, un hijo ejemplar de la Patria. Ya tú estás en el lugar de todos los grandes de nuestra historia Patria.
Termino este artículo con lágrimas en los ojos, quebrada la garganta y el corazón comprimido, escuchando las palabras Ana Belkis Ferrer García y de tu madre Reina Luisa Tamayo Danger, desde allí desde tu última morada, el cementerio de Banes, en esa indómita región oriental, tierra de Titanes como tú, Orlando Zapato Tamayo.